Durante la visita del primer ministro israelí, Benjamin Netanyahu, en la Casa Blanca, el presidente Donald Trump anunció su plan para que Estados Unidos tome el control sobre Gaza y así, desplazar de manera permanente a toda la población palestina del asediado enclave árabe, en lo que representa una de las propuestas más polémicas por parte de un mandatario estadounidense en muchos años.
El presidente dijo que los dos millones de palestinos que viven en Gaza deberían ser trasladados a países como Egipto y Jordania debido a los daños provocados por la guerra de Israel contra Hamás, financiada parcialmente por Estados Unidos, después del ataque terrorista del 7 de octubre de 2023. La batida israelí destruyó cientos de edificios y mató a más de 47 mil personas, incluidas 12 mil mujeres y 17 mil niños.
Rememorando su etapa como magnate inmobiliario, Trump dijo que convertirían la Franja de Gaza en “la Riviera de Oriente Medio”: “Estados Unidos se hará cargo de la Franja de Gaza y haremos un gran trabajo con ella (…) Seremos dueños de ella y seremos responsables de eliminar las municiones sin explotar y reconstruir Gaza para convertirla en una meca del empleo y el turismo”.
Como era de esperarse, la medida de Trump fue rápidamente rechazada a nivel mundial por potencias internacionales. Entre ellas, Arabia Saudita, el peso pesado regional y un aliado clave de Estados Unidos. El reino saudí aseguró que no establecerían vínculos con Israel sin la creación de un Estado palestino, contradiciendo la afirmación de Trump de que los saudís no exigían una patria palestina.
El príncipe heredero saudí, Mohammed bin Salman, afirmó la posición del reino “de manera clara y explícita”, la cual no permite ninguna interpretación bajo ninguna circunstancia, según el comunicado.
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En lo que respecta a Europa, la reacción fue la misma.
Francia, uno de los países más críticos con la medida, aseguró que la idea de Trump constituiría una grave violación del derecho internacional, un ataque a las aspiraciones legítimas de los palestinos y desestabilizaría la región, según un portavoz del Ministerio para Europa y Asuntos Exteriores.
Rusia cree que un acuerdo en Medio Oriente únicamente es posible sobre la base de una solución de dos Estados, mientras que el ministro de Asuntos Exteriores de España, José Manuel Albares, dijo que “Gaza es la tierra de los palestinos de Gaza y deben quedarse en Gaza”.
Alemania, Irlanda y el Reino Unido reafirmaron su apoyo a la solución de dos Estados, vigente en la región durante décadas, y sostuvieron que Gaza debe formar parte de un futuro Estado palestino junto con la Cisjordania ocupada.
Incluso China abogó por mantener el estatus histórico del enclave.
Una propuesta como la del presidente Trump no es para tomarse a la ligera. El control de Gaza ha sido uno de los principales puntos álgidos del conflicto árabe-israelí durante décadas, y la idea de reubicar a sus residentes palestinos recuerda una época imperialista y colonialista en la que las grandes potencias rediseñaban los mapas a su antojo y trasladaban a las poblaciones sin tener en cuenta la autonomía local.
Obviamente, tanto Hamás, que ha dirigido la Franja de Gaza políticamente durante la mayor parte de las últimas dos décadas, como Jordania y Egipto, los países que según Trump recibirían a los dos millones de palestinos, rechazaron categóricamente la idea.
Sami Abu Zuhri, un alto funcionario de Hamás, incluso declaró que la propuesta de Trump era “una receta para crear caos y tensión en la región”:
“Nuestro pueblo en Gaza no permitirá que estos planes se hagan realidad”, afirmó en un comunicado distribuido por Hamás. “Lo que se necesita es el fin de la ocupación y la agresión contra nuestro pueblo, no expulsarlo de su tierra”.
Trump ignoró la negativa de todos los países involucrados y aseguró que sus poderes de persuasión serían suficientes para convencerlos. Incluso Netanyahu elogió al presidente y dijo:
“Ves cosas que otros se niegan a ver. Dices cosas que otros se niegan a decir y, después de que la gente se queda boquiabierta, se rasca la cabeza y dice: ‘¿Sabes? Tiene razón’”.
ONU tunde plan de Trump sobre Gaza
La Oficina de Derechos Humanos de las Naciones Unidas advirtió que cualquier traslado forzoso o deportación de personas de territorios ocupados constituiría una violación del derecho internacional:
“Es crucial que avancemos hacia la siguiente fase del alto el fuego, para liberar a todos los rehenes y prisioneros detenidos arbitrariamente, poner fin a la guerra y reconstruir Gaza, con pleno respeto al derecho internacional humanitario y al derecho internacional de los derechos humanos”, dijo el Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados.
“Cualquier traslado forzoso o deportación de personas desde territorios ocupados está estrictamente prohibido”.
Cuando menos, las declaraciones de Trump ponen en peligro la última parte de las negociaciones de la segunda fase y perturban el resto del proceso, pero lo que está en juego es mucho. Sin embargo, representan una bocanada de aire para Netanyahu que se ha visto presionado por el lento avance de la primera fase y el intercambio de rehenes, el cual está pausado.
Estas son las tres fases del fin de la guerra entre Israel y Hamás:
- La primera, con duración estimada de 60 días, supondría la liberación de 33 de 98 rehenes israelíes, incluyendo niños, mujeres, mujeres soldadas, hombres mayores de 50 años, heridos y enfermos.
- Posteriormente, la segunda fase, que se comenzaría a negociar en el día número 16 de la primera, si los acuerdos avanzan conforme a lo pactado, daría lugar a la liberación del resto de los rehenes vivos, que incluye soldados y hombres menores de 50, así como a la entrega de los cuerpos de los rehenes muertos. Hamás secuestró el 7 de octubre de 2023 a 251 israelíes. De ellos, aún cuenta en su poder con 96, aunque al menos 34 ya están muertos, según fuentes israelíes. A cambio de los rehenes, Israel liberaría a más de mil presos palestinos.
- Al cumplir las condiciones de la segunda fase, los cuerpos de los cautivos restantes serán entregados en una tercera fase a cambio de un plan de reconstrucción de tres a cinco años, el cual será llevado a cabo bajo supervisión internacional.
